Banca pública

Todas las versiones de este artículo: [Español] [euskara]

La banca pública es una institución crediticia en la que el control y gestión están en manos de alguna administración pública o del Estado. El concepto de banca pública ha tomado mayor relevancia en plena crisis financiera y económica, porque plantea una solución a la paralización del crédito al resto de la economía por parte de la banca privada que controla este sector estratégico.

La crisis financiera ha puesto de manifiesto la centralidad del crédito en el proceso de acumulación capitalista y el monopolio del que goza para su creación y gestión la banca privada. Estas instituciones han sido, tradicionalmente, las encargadas de canalizar, bajo la forma de créditos, los ahorros generados por aquellos agentes económicos que tenían capacidad de ahorro hacia aquéllos que tenían necesidad de financiación, ya fuera para inversión en procesos productivos o para el consumo. Por lo tanto, su papel en el proceso de acumulación es central, por cuanto facilitan que el dinero, aceite fundamental de dicha dinámica, no quede represado y fluya hacia allí donde pueda resultar necesario.

En este sentido, uno de los problemas más graves a los que se han enfrentado las autoridades monetarias de los distintos países afectados por la crisis ha sido el intento de conseguir que los bancos privados sigan manteniendo abierto el circuito del crédito para el resto de la economía. Para ello se han dedicado cantidades ingentes de recursos públicos a recapitalizar a esos bancos privados como paso previo para, después y a través de la concesión de fondos a tipos de interés irrisorios por parte de los bancos centrales, tratar de que aquéllos los canalizaran hacia el SECTOR PRIVADO. Nada de ello ha funcionado: los bancos privados han preferido recolocar los recursos que conseguían en depósitos en el propio banco central antes que reactivar el crédito.

Esto pone de manifiesto dos cosas singularmente relevantes. La primera, que el sistema financiero constituye un sector estratégico de cualquier economía capitalista: sin fluidez en la circulación del dinero se estancan tanto la acumulación como la circulación de la producción. Y, la segunda, que los intentos por estimular mediante incentivos a dicho sector buscando que recupere la normalidad en su actividad han sido un absoluto fracaso puesto que han primado los intereses particulares frente al desempeño de la responsabilidad económica que les corresponde desarrollar en el seno de las economías.

La necesidad de una banca pública

Todo ello ha abierto un debate que parecía clausurado hacía lustros: la importancia de una banca pública capaz de competir con la privada en determinados sectores de negocios pero, sobre todo, de mantener el crédito hacia la economía privada que lo necesita para el desarrollo cotidiano de su actividad.

Y es que la ofensiva neoliberal de la década de los ochenta y noventa se llevó por delante, en la mayor parte de los países, incluido España, una banca pública que, allí donde existía, fue masivamente privatizada. Desde ese momento, el circuito del crédito quedó en manos del SECTOR PRIVADO y fue puesto al servicio de sus propios intereses y de una actividad que, de la mano de los procesos de desregulación financiera, se orientó hacia la especulación en los MERCADOS financieros internacionales.

La crisis, entonces, no sólo ha puesto de manifiesto los excesos del sistema financiero sino también las carencias de los poderes públicos en materia de control sobre este sector estratégico de sus economías. Sus capacidades supervisoras se han visto desbordadas por las dinámicas de INNOVACIÓN financiera desarrolladas por los bancos y resto de los agentes financieros privados y la reactivación de la actividad tradicional del crédito, eje central de gran parte de las ayudas, ha quedado relegada a un segundo plano a la espera de enjugar los efectos que los excesos de su actividad especulativa han causado sobre sus balances.

Ante este panorama la necesidad de recuperar una banca pública se vuelve imperiosa. No sólo como medida coyuntural para hacer frente a los estragos de la crisis sobre el crédito a empresas y familias; sino también como medida estructural para evitar que en el futuro esta situación pueda repetirse. Porque, además, la experiencia de determinados países en los que sí existe una fuerte presencia de banca pública indica que, precisamente, ésta es un importante motor para el desarrollo económico y la estabilidad financiera. Baste citar, en este sentido, el papel que la banca pública tiene en los llamados BRIC (Brasil, Rusia, India y China), es decir, en las nuevas potencias emergentes. Así, el 75% del sistema bancario indio es público y los porcentajes son del 69%, del 45% y del 60% en China, Brasil y Rusia, respectivamente; siendo, además, de propiedad estatal los principales bancos de esos países. Ese elevado porcentaje de presencia de la banca pública ha influido decisivamente en el hecho de que, entre 2000 y 2010, el PIB de esos países creciera un 92,7%, mientras que el crecimiento del PIB mundial apenas lo hizo en un 32% y el de las economías industrializadas se limitó a un débil 15,5%.

Banca pública para afrontar la crisis financiera

Nadie puede tampoco dudar de que la actividad desplegada por la banca pública durante el período de crisis ha permitido a esas economías capear el temporal de la crisis financiera mucho mejor que lo han hecho las economías desarrolladas, carentes de control estratégico sobre dicho sector. Así, mediante la concesión de créditos contracíclicos y otros mecanismos que actuaban contra el estrangulamiento del crédito, la banca pública no sólo consiguió menguar los efectos de la crisis sobre la economía sino que también mejoró su posición competitiva frente al sistema bancario privado. Todo ello era respaldado por la utilización que las administraciones públicas hacían de esos bancos para mantener sus cuentas y realizar sus operaciones corrientes y por la confianza que ello generaba sobre su solvencia en el SECTOR PRIVADO, lo que se traducía en una mejor cobertura de sus pasivos y en un incremento de la capacidad de préstamo. Pero es que, además, estos resultados no se limitan tan sólo a esos países en concreto y a los que se les podría imputar otros factores estructurales que explicaran su buen desempeño económico de los últimos años.

En un reciente estudio también se pone de manifiesto para una muestra de más de 120 países durante el período 1995-2007 que aquellos países que presentaban un grado más elevado de propiedad pública en el sistema bancario habían crecido más rápido que aquellos en los que la propiedad del sistema bancario estaba mayoritariamente en manos del SECTOR PRIVADO.

La conclusión de todo ello es simple: existen evidencias empíricas contemporáneas que justifican la necesidad de que los estados mantengan una fuerte presencia pública en el sistema bancario, tanto como mecanismo para promover un crecimiento económico más estable como para prevenir y contener los efectos de las crisis financieras y bancarias sobre la economía real.

 


BIBLIOGRAFÍA:

  • ANDRIANOVA, S., DEMETRIADES, P. Y SHORTLAND, A. (2009): “Is government ownership of banks really harmful to growth”, Working Paper, University of Leicester.
  • LAPAVITSAS, C. (2009): “Systemic failure of private banking: A case for public banks”, Research on Money and Finance, Discussion Paper nº 13.
  • MICCO, A. Y PANIZZA, U. (2005): Public banks in Latin America, Banco Interamericano de Desarrollo, Washington.
  • PLATAFORMA POR LA NACIONALIZACIÓN DE LAS CAJAS DE AHORROS (2012): ¡Banca pública! Rescatemos nuestro futuro, Icaria, Barcelona.
  • THE ECONOMIST (2010): “Mutually assured existence. Public and private banks have reached a modus vivendi”, Special report: Banking in emerging markets, 13 de mayo.