Responsabilidad Social Corporativa

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La Responsabilidad Social Corporativa es un código de conducta interno de la empresa que comprende un conjunto de normas y principios que recogen valores éticos y acciones responsables dirigidos a los trabajadores y trabajadoras, los directivos de las empresas y el resto de grupos de interés. Se caracteriza básicamente por la voluntariedad, la unilateralidad —es la propia empresa la que define el contenido del código y sus mecanismos de control—, la autorregulación —los controles suelen ser realizados por auditorias externas independientes, que a menudo son pagadas por las propias empresas— y la no exigibilidad jurídica.

Según el Libro Verde de la Comisión Europea (2001), la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) es «la integración voluntaria, por parte de las empresas, de las preocupaciones sociales y medioambientales en sus operaciones comerciales y sus relaciones con sus interlocutores». Por lo tanto, según esta definición, la RSC englobaría una serie de prácticas y sistemas empresariales cuyo objetivo es la sostenibilidad económica, social y medioambiental, así como el diálogo con los grupos de interés de una empresa o stakeholders —clientes, empleados, accionistas, comunidades locales que pueden ser afectadas por las actividades de la compañía— con el fin de satisfacer sus demandas e intereses.

No existe un consenso sobre el propio término y sus aplicaciones desde las diferentes organizaciones internacionales, sino que hay diferentes conceptos de RSC definidos desde diversos ámbitos: institucional, empresarial, social, sindical y doctrinal. En la mayoría de definiciones se intenta reflejar la RSC como un plus normativo y de carácter voluntario, donde la empresa asume un compromiso ético con los ciudadanos y ciudadanas y con el medioambiente, puesto que ya se estaría sometiendo a la normativa nacional e internacional y se cumpliría con ella, aunque en la realidad no sea así en muchos casos. Podríamos hablar, pues, de la RSC como un nuevo comportamiento que adopta la empresa ante el escenario surgido con el avance de la globalización capitalista.

RSC, un gran negocio para las multinacionales

En la década de los ochenta la lógica neoliberal se extiende globalmente, beneficiando la actividad de las grandes empresas. A su vez, las presiones, denuncias y protestas sociales ante las actividades de las compañías multinacionales y la impunidad de estas van ganando peso. Es entonces cuando desde el mundo empresarial se responde presentando un nuevo modelo de corporaciones más comprometidas con la sociedad a través del fomento de la democracia, la participación, el compromiso social y medioambiental. En ese momento la RSC comienza a cobrar protagonismo y organismos como NACIONES UNIDAS, a partir del Global Compact, y la Unión Europea, a partir del Libro Verde, le darán un respaldo institucional impulsando su desarrollo. La RSC se convertirá, por lo tanto, en el referente para el control de las EMPRESAS TRANSNACIONALES, que evitarán cualquier intento de regulación normativa eficaz y vinculante. Un ejemplo de esto ha sido cómo en el Estado español no se ha legislado la RSC, sino que únicamente existe un consejo estatal de RSC de carácter asesor y consultivo.

La RSC se convierte en una estrategia muy rentable para las multinacionales por diferentes razones. En primer lugar, se trata de una estrategia de PUBLICIDAD y “lavado de imagen” que les permite recuperar prestigio, presentándose como empresas responsables ante sus clientes y consumidores. Para ello, destinan parte de sus beneficios al marketing, ya que la RSC ayuda a fomentar el valor de la marca y la fidelización de los clientes. Generalmente, las empresas que más invierten en promocionar su RSC son aquellas que más denuncias tienen por parte de las organizaciones sociales: por ejemplo, Repsol, Santander, Endesa, BBVA y Gas Natural Fenosa, siendo de las más criticadas, son las que más han desarrollado programas de RSC para mejorar su prestigio.

En segundo término, contribuye a la desactivación de críticas y del conflicto social por parte de los movimientos sociales y de la propia ciudadanía. Ayuda a prevenir posibles amenazas de BOICOT por parte de activistas, evitar la deslegitimación social por parte de las comunidades y disminuir las quejas de los clientes. Esto ocurre, por citar un caso, con las empresas extractivas y sus proyectos de acción social en las comunidades afectadas por su actividad, sobre todo en el caso de PUEBLOS INDÍGENAS. Así, Repsol ha desarrollado en pocos años programas de ayuda y protocolos de relación con PUEBLOS INDÍGENAS.

Permite, además, continuar con la lógica de la externalización y de la SUBCONTRATACIÓN, de tal forma que ciertos programas de RSC ofertan puestos de trabajo a sectores desfavorecidos o desempleados en empresas subcontratadas. Un ejemplo de cómo se está desarrollando esta lógica es Gas Natural Fenosa en Colombia, empresa que subcontrata en condiciones muy precarias a jóvenes de los barrios más desfavorecidos, descargando en ellos la actividad en las zonas más conflictivas.

La RSC también constituye una nueva oportunidad para las multinacionales de ampliar sus clientes y extender sus mercados, convirtiéndose en una forma más de injerencia en los países del Sur. Y además se convierte en un elemento de competitividad entre las empresas, puesto que aquellas que adopten la RSC obtendrán una ventaja frente a aquellas que no lo hagan.

Finalmente, mediante la RSC la multinacional trata de instalar un modelo de interacción entre la empresa y otros agentes: gobiernos, ONG, comunidades, sindicatos, etc. Y, a partir de las ALIANZAS PÚBLICO-PRIVADAS, se potencia la integración de las EMPRESAS TRANSNACIONALES en el ámbito de la cooperación internacional para ser reconocidas como un “agente de desarrollo”, ganando legitimidad social.

RSC y MULTINACIONALES ESPAÑOLAS

Las grandes empresas españolas han incorporado mayoritariamente la retórica de la RSC, el 91% de las compañías del Ibex-35 presentan información relevante al respecto. De hecho, en los últimos años el gasto en RSC y acción social ha aumentado considerablemente. Pero ese protagonismo de la responsabilidad social coincide en el tiempo con niveles cada vez más bajos de confianza en las transnacionales españolas. De hecho, buena parte de sus inversiones en RSC se destinan a América Latina, una de las regiones más afectadas por sus actividades y donde mayores críticas han recibido. Y si bien algunos proyectos de RSC pueden considerarse avances puntuales, las denuncias relacionadas con los impactos de las transnacionales españolas en la región latinoamericana continúan, mostrando así la ineficiencia de este mecanismo para garantizar adecuadamente el respeto ambiental y social.

 


BIBLIOGRAFÍA:

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