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Haití: Abierto a los negocios

IPS/Haiti Grassroots Watch

Viernes 6 de enero de 2012

"Haití está abierto a los negocios". Eso es lo que el presidente Michel "Sweet Micky" Martelly dijo en una ceremonia en la que él y el expresidente estadounidense Bill Clinton colocaron la piedra fundamental de una gigantesca zona industrial en el norte de este país.

A nivel nacional e internacional, Martelly, su gobierno y sus asesores -como Clinton- han promovido a Haití como el sueño hecho realidad de todo inversor.

Tienen buenas razones para decir que Haití está "abierto a los negocios". Con exenciones impositivas y en algunos casos enormes subsidios, hay importantes acuerdos por concretar. Los aviones y los hoteles están llenos de inversores extranjeros interesados en la reconstrucción luego del terremoto. Cientos de ellos participaron de una conferencia de dos días a fines de noviembre.

Los más interesados son los fabricantes de vestimenta, según el presidente de la Asociación de Industrias Haitianas, George Sassine.

"Recuerdo que alguien dijo que una crisis es algo que no se debe desperdiciar", dijo el empresario a la Radio Nacional Pública en 2010. "Es verdad, la oportunidad está ante nosotros. La crisis no ha sido desperdiciada, al menos no por los fabricantes de vestimenta".

El nuevo proyecto estrella del gobierno es el Parque Industrial Caracol, que se construye con 124 millones de dólares de fondos de los contribuyentes estadounidenses y otros 55 millones aportados por el Banco Interamericano de Desarrollo.

"Este es el tipo de cambio que queremos", dijo Martelly en la ceremonia de Caracol el mes pasado. "Esto es lo que llaman ‘desarrollo sostenible’".

Pero un nuevo informe de la asociación de medios alternativos Haiti Grassroots Watch (HGW) muestra que poner el énfasis en las industrias de ensamblaje para la exportación, beneficiadas con exenciones impositivas y conocidas popularmente como maquilas, no representa un gran "cambio", ni necesariamente traerá "desarrollo sostenible".

A pesar de los muchos escollos, desventajas y riesgos, los principales medios haitianos y extranjeros han apoyado en forma unánime el nuevo parque de maquiladoras, así como la prioridad de Martelly a la inversión extranjera, utilizando términos como "esperanza", "buenas noticias" y "progreso", sin hacer ningún cuestionamiento.

Pero definitivamente hay ganadores y perdedores en esta estrategia.

En una serie de siete artículos, producidos luego de cuatro meses de entrevistas y revisando decenas de estudios, HGW expuso los desafíos, los riesgos y el pensamiento erróneo detrás del nuevo parque industrial y de la táctica de apostar a un "desarrollo sostenible" con salarios de apenas cinco dólares diarios.

Mano de obra barata

"Tengo un problema con mi país, Haití. He trabajado en sus fábricas por 25 años, y todavía no tengo mi propia casa", dijo Evelyne Pierre-Paul a HGW.

Pierre-Paul, de 50 años, cuyo nombre fue cambiado para protegerla de represalias de su empleador, ni siquiera puede alquilar una casa. Antes del terremoto del 12 de enero de 2010, ella y sus tres hijos rentaban dos habitaciones por 10.000 gourdes (unos 250 dólares) al año.

Pero el edificio se desmoronó por el sismo, y ella no tenía dinero para alquilar otro lugar. Dos años después de la catástrofe que mató a cientos de miles, ella y sus hijos todavía viven en una tienda de campaña en uno de los cientos de campamentos de refugiados de la capital.

El sueldo promedio diario de Pierre-Paul es de hecho superior al salario mínimo nacional, de 150 gourdes (3,75 dólares). Gana unos 236 gourdes (5,90 dólares) al día. Pero eso no cubre ni siquiera la cuarta parte de los gastos más básicos de una familia.

Un estudio de HGW sobre los gastos de los obreros en Puerto Príncipe y en la frontera con República Dominicana reveló que, en un día promedio, estos gastan más de 50 por ciento de su jornal simplemente yendo y viniendo del trabajo y pagando su almuerzo.

Un estudio reciente del Centro de Solidaridad, con sede en Estados Unidos y afiliado a la federación sindical haitiana AFL-CIO, concluyó que el "salario vital" para un trabajador con niños a su cargo debía ser de 749 dólares al mes, casi cinco veces más que el promedio actual de sueldos.

El salario de Pierre-Paul, de unos 150 dólares al mes, está lejos de ser "vital". Ella no puede enviar a todos sus hijos a la escuela. Ni siquiera tiene dinero para poder mudarse del campamento.

"Cuando llega el día de pago, una paga todas las deudas que tiene acumuladas, y no te queda nada", dijo.

De hecho, en poder de compra, Pierre-Paul gana menos de lo que percibían los trabajadores durante el auge de las maquilas en este país en los años 80. Entonces, el salario diario era de unos tres dólares.

Hoy, si se mide con la cotización de 1982, el salario mínimo en una fábrica es de 1,61 dólares. El sueldo promedio de 236 gourdes diarios, como determinó el estudio de HGW, solo vale 2,53 dólares de 1982.

"La cuestión del salario es un auténtico escándalo", dijo a HGW el economista Camille Chalmers. "Los sueldos se han hecho más y más bajos. A los trabajadores se les paga en gourdes, pero, en los hechos, ya que casi la mitad de los alimentos en Haití son importados, consumen en dólares", explicó.

"Es un gran error apostar a una mano de obra con salarios de esclavos, romper la espalda de los trabajadores que no ganan nada mientras las compañías (extranjeras) se enriquecen", afirmó.

"No solo es un error, es un crimen", sentenció.

El jefe de Pierre-Paul, el propietario de la compañía One World Apparel, Charles Baker, admitió que no les pagaba lo suficiente a sus trabajadores.

"Si una persona es honesta, es claro que no es suficiente", dijo Baker, dos veces candidato presidencial, a HGW. "Si pudiera darle a un trabajador 1.000 gourdes al día, lo pagaría. Pero las condiciones en Haití no nos permiten" hacerlo, añadió.

Baker y otros propietarios de maquilas arguyen que no pueden aumentar los salarios debido a que sus clientes -las firmas internacionales Gildan Activewear, Hanes, Levis, GAP, Banana Republic, K-Mart y Wal-Mart- se alejarían.

Pero Baker y otros industriales sí se muestran duros con los sindicatos, según trabajadores como Pierre-Paul y de acuerdo con un reciente estudio elaborado por la Organización Internacional del Trabajo.

Desde que fue elegido a comienzos de este año, el presidente haitiano Michel Martelly y su equipo han apostado a atraer inversores extranjeros para impulsar la reconstrucción del país.

"Estamos abiertos a nuevas ideas y nuevos negocios, y estamos creando las condiciones necesarias para que Haití se convierta en un destino natural y atractivo de inversiones extranjeras", dijo el mandatario en una reunión celebrada en Nueva York el otoño boreal pasado.

"La ventana de oportunidades está (abierta) ahora", apuntó por su parte uno de sus asesores. "Haití tiene nuevo presidente y un nueva forma de pensar sobre las inversiones extranjeras y la creación de empleos".

El nuevo proyecto modelo es el Parque Industrial Caracol, construido con 124 millones de dólares de los contribuyentes estadounidenses y otros 55 millones aportados por el Banco Interamericano de Desarrollo.

Aunque hay nuevos actores políticos en Haití, los planes no significan un gran cambio. Un informe de la red de medios alternativos e independientes Haiti Grassroots Watch (HGW) muestra que apostar a las maquilas, industrias de ensamblaje para exportación beneficiadas con exenciones impositivas, no es para nada una idea "nueva" en esta nación caribeña.

Desde que el ex vicepresidente estadounidense Nelson Rockefeller visitó al dictador haitiano François "Papa Doc" Duvalier (1951-1971), Washington ha presionado a este país para que utilice su "ventaja comparativa" de tener salarios bajos.

Papa Doc prometió crear el "Taiwan del Caribe", y su heredero, Jean-Claude "Baby Doc" Duvalier, anunció que realizaría una "revolución económica".

A comienzo de los años 80, unas 800.000 personas trabajaban en la fabricación de pelotas de béisbol y en el ensamblaje de artefactos eléctricos principalmente para compañías estadounidenses.

El sector se atrofió luego de la dictadura. Muchas compañías extranjeras se retiraron cuando creció el malestar popular. Pero el parque industrial de SONAPI permaneció abierto, y el gobierno siguió cortejando a los inversores extranjeros, tomando como referencia las necesidades de las firmas multinacionales para guiar el desarrollo económico del país.

Hoy, unas 29.000 personas trabajan en estas maquilas instaladas en fábricas similares a hangares, mientras el gobierno de Martelly expresa su deseo de "crear" 200.000 o incluso 500.000 nuevos empleos en la industria del ensamblaje.

El economista Camille Chalmers dijo a HGW que las industrias crearon empleos en el pasado, pero añadió: "Si podemos decir que SONAPI creó 60.000 empleos, también podemos afirmar que generó dos millones de desempleados" que emigraron del campo.

"Todo conocemos las condiciones de Cité Soleil (el barrio de Puerto Príncipe donde habitan los más pobres). Viven como animales", añadió.

El gobierno de Haití siempre ha apostado a las maquilas

En 2002, el entonces presidente Jean-Bertrand Aristide promulgó una ley otorgando a los inversores extranjeros exenciones impositivas de 15 años y otros beneficios.

En 2003, el propio Aristide viajó al noroeste del país para inaugurar la zona franca de CODEVI.

En una entrevista exclusiva con HGW, el funcionario de la oficina estatal de zonas francas, Luc Especa, explicó la estrategia oficial de este modo: "El estado hace todo esto para permitir las inversiones y la creación de empleo... El empresario no invierte para crear empleos, sino para obtener ganancias, así que hay que mostrarle que las va a tener. Hay que garantizarlas".

"Tú eres más inteligente que él. Tienes también tus propios objetivos, en este caso hacer que a inversión se efectúe y que por tanto se creen empleos", añadió.

Chalmers, que preside la Plataforma Haitiana para el Desarrollo Alternativo, deploró lo que calificó de falta de visión de las autoridades.

"Están apostando el futuro de Haití al trabajo esclavo", indicó. "Creo que es más que un error. Es un crimen, porque las fábricas de ensamblaje no traen desarrollo, no traen prosperidad, y no nos van a ayudar en la actual situación", sostuvo.

Maquilas subsidiadas por los contribuyentes estadounidenses

La primera compañía en sumarse al nuevo parque de maquiladoras fue la gigante textil surcoreana Sae-A que, según informes de prensa, produce 1,4 millones de prendas al día en sus 20 fábricas.

Sae-A le vende a K-Mart, Wal-Mart, GAP y otras grandes cadenas de ropa estadounidenses, y prometió invertir 78 millones de dólares en Haití.

"Los (demás) inversores todavía no creen o no entienden el valor y el potencial de Haití como nosotros", dijo a la agencia AP el presidente de la empresa, Kim Woong-ki, luego de la ceremonia de inauguración de la construcción del parque Caracol el mes pasado.

Para Sae-A y las compañías dominicanas que operan en Haití, el potencial es claro. La ley estadounidense aprobada luego del terremoto de enero de 2010 y conocida como HELP (acrónimo en inglés de Programa de Impulso Económico Haitiano) permite a las compañías que operan en este país exportar vestimenta libre de impuestos a Estados Unidos hasta 2020.

Sae-A estará bien situada con una nueva mega fábrica y con la mano de obra más barata del hemisferio: jornales de cinco dólares o menos.

Lo que no se comenta ni en medios haitianos ni en extranjeros, es que la instalación de nuevas fábricas en Haití con salarios tan bajos, subsidiadas por los contribuyentes estadounidenses, probablemente provoque despidos en países con mejores salarios, incluso el propio Estados Unidos, donde se perdieron más de 700.000 empleos en el sector textil desde 2000.

Caracol y el ambiente

El área elegida para el nuevo parque industrial, de 243 hectáreas, se encuentra cerca de la costa, entre las ciudades de Cap-Haïtien y Ouanaminthe.

El lugar fue recomendado por la consultora estadounidense Koios Associates, contratada por el Ministerio de Economía y Finanzas haitiano. Un estudio de la empresa elaborado en septiembre de 2010 concluyó que el sitio era ideal, en parte porque la tierra estaba "desprovista de población y de cultivos intensivos".

Pero la zona no está del todo "desprovista": allí hay 300 parcelas agrícolas.

"El lugar elegido para el parque es la zona más fértil del departamento", explicó a HGW el agricultor Renel Pierre. "Se cultivan plátanos, frijoles, mandioca y otras cosas. Si para la gente de la ciudad su tesoro son sus cuentas de ahorro, para los agricultores su tesoro es la tierra", afirmó.

En enero pasado, sin previo aviso, los contratistas pusieron vallados en torno a las 243 hectáreas, la mayoría tierras que habían sido rentadas por familias de campesinos al Estado durante décadas.

La mayoría de los agricultores fueron compensados por la pérdida de sus cultivos, y a muchos se les ofrecieron tierras nuevas, aunque en zonas menos fértiles.

Colocar un parque industrial -que atraerá entre 20.000 y 200.000 nuevos residentes- en una zona productiva no necesariamente va a contribuir al "desarrollo sostenible" de Haití, como insiste el gobierno, señaló Chalmers.

Este país caribeño pasó de ser casi autosuficiente en materia alimentaria hace tres décadas a importar hoy más de 60 por ciento de sus alimentos. Desaprovechar más tierra fértil solo incrementará su dependencia.

Tan preocupante como lo anterior, el parque de maquilas se erige en medio de una de las cuencas hídricas más grandes de Haití. Según el estudio de Koios, ese es el motivo de su emplazamiento, pues el lugar "es capaz de absorber un gran volumen de agua tratada".

Caracol se presenta como el primer centro textil modelo del país, pero empleará tinturas tóxicas a una distancia de solo cinco kilómetros de la bahía homónima, hogar de algunos de los últimos manglares y arrecifes de coral haitianos.

Pero, como la propia Koios reconoce, la consultora no tomó en cuenta ninguno de estos factores ni los consultó con el Ministerio del Ambiente.

En un segundo informe sobre impactos ambientales y sociales, fechado en mayo, Koios admitió que "el proceso del estudio y la selección de sitios no fue acompañado de una investigación ambiental, hidrológica o topográfica amplia".

Koios también aseveró que no había considerado "el complejo y precioso ecosistema de la bahía Caracol" cuando recomendó instalar tan cerca el centro industrial, pese a que existen abundantes documentos públicos sobre planes para convertir la zona en un parque marino.

Koios también recomendó que, debido a la "nueva" información, el gobierno debía considerar un cambio de emplazamiento de la zona franca industrial.

No resulta sorprendente que el estudio jamás fuera debatido en los medios de comunicación. La ubicación del parque industrial Caracol no se cambió. Y, pese a insistentes pedidos, ni el Ministerio del Ambiente ni el de Economía aceptaron hablar sobre los documentos, las recomendaciones de Koios y la elección de la zona cercana a la bahía.

Desde entonces, y a pesar de que la mayoría de estos documentos son públicos, ningún medio grande los ha divulgado ni ha informado sobre los importantes riesgos ambientales de la bahía, la disponibilidad hídrica, el inevitable aumento demográfico y los desafíos que entrañará para el suministro de agua y saneamiento.

Corresponsales de IPS y HGW.
Publicado en IPS, 29 de diciembre de 2011.

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